De hecho eran tan malas que tres años antes, la sociedad de Pilsen había vaciado 36 barriles de cerveza rancia delante del ayuntamiento. Estaban tan desilusionados con la cerveza local que decidieron construir su propia cervecería.
Pronto se enviaron algunos delegados de Pilsen a inglaterra para estudiar las nuevas técnicas que por allí se estaban empezando a desarrollar. Sin embargo, Groll fue reclutado en Baviera, región con fama de buenos cerveceros, y fue llevado a la República Checa.
Cuando llegó, Groll vio con ironía que tenía una mina de oro de la cerveza entre sí: el agua local era extremadamente suave y sería perfecta para preparar una estupenda cerveza de baja fermentación. Le entregaron también un laberinto de 9 kilómetros de túneles subterráneos fríos donde poder dejar madurar la cerveza.
En cuanto Groll mezcló todo esto, apareció una extraordinaria bebida. Contaba con un color dorado, clara, chispeante y con muy buena pinta. Al ser una de las primeras cervezas preparadas en calderas de cristal, su espuma blanca y esponjosa y su color claro era algo completamente nuevo para la gente. Por aquel entonces toda la cerveza era oscura y se bebía en jarras de metal.
Por un descudo, la cervecería olvidó patentar el estilo pilsen, de modo que pronto se vieron por europa multitud de cervezas de color dorado conocidas como pilsen. Ellos no pudieron hacer nada por impedirlo, así que añadieron la palabra Urquell en sus creaciones, que significa "fuente original".
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